Como bien dijo Ludwig Feuerbach, filósofo y antropólogo alemán «somos lo que comemos», o en este caso, <<somos lo que tememos>>.
Recuerdo cuando era niño, ya en la pubertad, que a veces jugabamos a fabricar la máquina perfecta, aquella en la que no sólo pudieramos viajar, sino en convertirnos en aquello que queríamos y quisiesemos ser, bien grandes sabios que hablaran muchas lenguas y tantas otras cosas.
Lo curioso de todo esto, es que por muchos juegos que inventáramos, todos, todos, coincidían en lo mismo, en ganar tiempo.
¿Ganar tiempo? ¿Para qué y por qué?
Eramos jóvenes, unos crios, y ya queríamos que el tiempo pasara rápido, y es así, da igual la edad que tengamos, a todos nos afecta la monotonía y el estrés diario tarde o temprano.
¿Pero quién es el cupable?
Dicen que vivimos en una sociedad «avanzada», pero pensamos que por ello tenemos que seguir y seguir, y no parar de hacer actividades. Muchos vamos a lo fácil, yo incluido, pensamos que una manera cómoda es tirarnos en el sofá y ver una entretenida serie, pasear, salir… incluso hacer actididades «relajantes» como yoga o mindfulness, pero que pasa si no es suficiente.
Y sí simplemente la mejor manera de desconectar es viajar en el tiempo, sí, eso, viajar en el tiempo, volver a jugar, volver a ser un niño y soñar que todo es posible.
Y sí, si es posible viajar en el tiempo.
Si la propia NASA indica que es posible e incluso hay un modelo matemático que es posible, por qué no hacerlo posible por nosotros mismos, viajar y relajarse, aunque sea jugando.
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